Monday, December 26, 2005

Entrevista de Trabajo


Antes de la ya añorada primera entrevista de trabajo (que se venia el martes), vino una agitada noche. Antes de dormir re-re-revisé por última vez el currículum:

Idiomas: inglés avanzado ¿Y si piden que les hable? Mejor intermedio... no, no, que sea avanzado, al fin y al cabo estuve en el primer nivel de ingles del colegio, de algo tiene que servir. Hebreo: avanzado, oral y escrito; dudo que alguien de ahí hable hebreo; además, si estuve 12 años en el Instituto Hebreo creerán que puedo mantener una conversación fluida.

Experiencia laboral: ninguna. Ah no, líder de Maccabi... o mejor “líder de un movimiento juvenil” ¿judío? Sí, Movimiento Juvenil Judío. No... “Presidente del movimiento juvenil judío Maccabi Hatzair Chile”. Al menos suena rimbombante. Listo, a dormir.

Desperté rápidamente. Por suerte aún me quedaba bien el terno de la graduación que había permanecido colgado casi 4 años, y gracias a dios con la corbata anudada. Tomé el taxi y subí tranquilamente el ascensor… hasta que me encontré con la secretaria.

“Hola, vengo por la entrevista”
“¿Usted es periodista?”, me preguntó.
“No... vengo a ser entrevistado, no a entrevistar”.
“Ah, entrevista de trabajo entonces... sea más claro mijito”. Había comenzado con el pie equivocado, quizás era mejor que me fuera, total aún no le había dado mi nombre.
“Espere en el asiento por favor”, tomó el teléfono y me quitó la vista. “Aquí hay un niño que dice que viene por una entrevista”. Me miró. “Dice que lo espere unos minutitos”.

Silencio. Hurgueteando en los bolsillos del terno empezaron a aparecer reliquias históricas: un billete de quinientos pesos olvidados y una almendra confitada de algún matrimonio. Decidí no comerla.

“Mijito, ya puede pasar”, dijo la secretaria sin quitar la vista del PC.

Tras la puerta estaba sentado el encargado de decidir mi futuro. En su escritorio pude divisar una serie de papeles, entre los que se encontraba mi currículum, al lado de unas láminas con manchas.

“Hola MAKS, soy el encargado de selección del banco. Me gustaría hacerte unos test…s ¿cómo te gustan con azúcar o sin azúcar?”

¿¿¿¿¿Qué????? En menos de un segundo pensé mil cosas ¿Ese era el test? Piénsalo bien, ¿con azúcar o sin azúcar? Esa maldita pregunta te puede costar el puesto... hasta que se rió y entendí que había sido una broma, bastante mala, pero como él es el que elige quien queda y quien se va, reí a carcajadas.

“Cuándo ves una pared... ¿qué sientes?”
“¿Cómo que qué?”
“No se pues, ¿Qué sientes que debes hacer?”
“Ahh... doblar, obvio.”
“¿Cómo doblar? No, no... Estas detenido mirando una pared muy alta... ¿qué haces?”
“¿Preguntarme qué hago mirando una pared?”
“¿Y no sientes deseos de saber que hay detrás? ¿De escalarla quizás?”

Esa pregunta parecía importante. Podía escuchar a Don Francisco: “En la puerta uno: escalar la pared; en la puerta dos: saber que hay detrás... ¿En cual está la pega?”

“Sí, me gustaría saber que hay detrás”. Anotó algo en su cuaderno y de entre los papeles sacó un cartón blanco con una mancha al medio.

“¿Qué ves acá?”... Alguien me dijo que nunca jamás viera monstruos, pero claramente ahí había uno; es más, habían dos.
“¿Una mariposa?”, dije tímidamente.
“¿Y qué más?”... ya caché, quiere que le diga el monstruo, pero no le voy a dar en el gusto...
“Una flor”
“¿Dónde ves una flor? Señálamela por favor” Ahora si que cagué.
“Ahí”, apunte a cualquier parte de la lámina.
“¿Dónde? ¿Acá?” Me señaló la cabeza del monstruo.
“Sí, exactamente, ahí está la flor”.
“Ajá…”.

Nuevamente garabateó algo en su cuaderno. Mientras, yo pensaba que hablar de una flor y una mariposa lo iba a llevar inevitablemente a cuestionar mi sexualidad.

“Tu currículum dice que fuiste presidente de un movimiento juvenil... ¿qué hacías?”
“Estaba a cargo de más de 800 jóvenes de la colectividad judía, que se reúnen sábado a sábado para educar informalmente a través de actividades y juegos”. ¿800? Filo, qué va a saber él lo que es Maccabi
“Yaaa, me queda clarísimo”. Cerró su cuaderno y guardó las laminas que tenía en la mesa.. “Bueno Maks, eso sería todo. Muchas gracias”
“¿Entonces?”, le dije levantándome de mi asiento.
“Entonces te estaremos llamado...”. La frase fatal

Mientras caminaba hacia el ascensor pensaba: maldita pared y maldito monstruo. ¿Por qué habré dicho eso? Súbitamente sonó el despertador: Eran las 8:30 del día martes. El destino me había dado una segunda oportunidad y YA estaba atrasado...

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