Monday, December 26, 2005

Las Añoradas Vacaciones



Se acaba el año y se vienen las vacaciones. Y aunque suene un poco pesimista, es una tremenda depresión… once meses y medio de trabajo para dos semanas de descanso; con suerte, tres. Uffffffffffffffffff.

No es mi intención desanimar a nadie ni provocar llantos. Todo lo contrario. El tema es no tomarse la elección del destino de las vacaciones a la ligera: un error puede provocar otros 11 meses de espera.

Así que la planeación debe empezar muuuy anticipadamente. Primero examinamos nuestros deseos: NY, Paris, Israel. Luego, nuestras finanzas. Resultado de la combinación: Iquique, Talca o Buenos Aires (con raja).

Pero como esta, además de ser nuestras vacaciones, era nuestra Luna de Miel, decidimos poner a las finanzas al servicio de los deseos. Nos íbamos a Nueva York: la ciudad que nunca duerme.

Una vez resuelto el destino (una decisión casi tan difícil como la de Sophie) me topé con una serie de dificultades en el camino: Pasaporte, Visa, Pasaje, Auto, etc. Bueno, vamos por parte.

Misión 1: Encontrar el Pasaporte. Como no lo había usado desde el viaje de estudios, recorrí inmediatamente a la caja con otras cosas de la misma época: un certificado de notas de 2º y 3º medio (¿sirven de algo o los boto?); una libreta de comunicaciones en blanco con el antiguo logo del colegio; y el clásico estuche de plástico azul con un numero “2” corcheteado en él (porque yo era el segundo de la lista) donde debía estar guardado el pasaporte. Efectivamente, ahí estaba, pero vencido.

Misión 2: Actualizar el pasaporte. Se me había olvidado lo que significaba renovar este maldito documento: ir al registro civil, un lugar al que había ido hace poco tiempo, en circunstancias muy distintas. Pero al parecer es mucha mas la gente que viaja que la que se casa, porque cuando retire el numero de esa maquinita roja (algo así como el color oficial de la espera) y con los dedos cruzados noté mi numero de la suerte: 7, mi espera no podría ser tanta, máximo 6 personas… hasta que divisé el marcador electrónico. ATENDIENDO AL 63.

Misión 3: La Visa. Este si que no era un tema menor. Incluso llegué a pensar que no me la iban a dar; después de todo, el 11/9 puso todo el rigor de la seguridad en los extranjeros; además de cobrarnos 70 lucas por el sello en el pasaporte.

Después de pagar la suma, me llega un mensaje en el que se me cita a una entrevista en la fortaleza un día martes a las 10:00, a la que no podía llegar tarde o sería vuelto a entrevistar en 6 meses; a la que no podía llevar celular, ni cámaras, ni nada. Y encima mi futura mujer me advierte que vaya en terno. Si hasta casi ayuno. De hecho a cuando llegué, ya venía con cara de perdón. Me revisaron completo (y quiero decir COMPLETO) pero entré. Casi una hora después salí con la misma sensación que cuando di la prueba específica de biología: ¿le habré achuntado a alguna de las alternativas?

Misión 4: Los pasajes. Obviamente queríamos el 2 x 1, pero como todo chileno fuimos JUSTO el día en que se acababa la promoción (junto a 12.053 personas más)… hasta que vimos a lo lejos a la mamá del primo de un amigo: el pituto. “Tía… ¿como esta el negro?”. Entramos.

Pasajes en mano, solo nos quedaba planificar. ¿Cómo aprovechamos al máximo la semana? Teníamos que meter en 7 días los shows de Broadway y off broadway, partidos de basketball, baseball y futbol, museos, compras y visitas varias. Necesitábamos 52 horas diarias. Dado a la imposibilidad de cambiar la duración del día, nos vimos obligados a jugar a la matita solita y un par de cachipunes. El itinerario quedó completo. Veríamos El Fantasma de la Opera, El Rey León, La Bella y la Bestia, entre otras cosas. En resumen: perdí.

Logrando completar las 4 misiones y armar el itinerario, ya estábamos a bordo del avión rumbo a la casa de Woody Allen y Michael Moore, un viaje que habíamos esperado por largo tiempo. No alcanzamos a pensar mucho cuando nuestro asiento se empieza mover a golpes… recordé “Viven”. Pero no. Era un niñito que no tenía nada mejor que hacer que jugar a patadas con la bandeja. Miré indignado al papá: un argentino de 120 kilos que inmediatamente respondió mi mirada con: “Si querés comodidad viajá en primera”. En resumen, me mamé al niñito todo el viaje (¿Qué? ¿Querían que le pegara al gordo?).

A penas aterrizamos en NY y llegamos a Broadway nos convertimos en dos estúpidos turistas mirando hacia el cielo con las bocas abiertas… estábamos ahí, donde Harry Conoció a Sally, la ciudad que había sido destruida por extraterrestres, inundada por el calentamiento terrestre, azotada por meteoritos e invadida por dinosaurios y animales radioactivos. En ese segundo las colas, el pasaporte, la visa, el niño y el gordo pasaron al olvido. Los 11 meses de espera habían valido la pena (y solo quedaban 7 días).

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